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Columnistas

“La capital es Lima”, por Alejandro Guerrero

4 Mins read

Por: Alejandro Guerrero – Periodista y antropólogo

Con este texto titulado «La capital es Lima», Alejandro Guerrero llega a Revista Review para compartir con sus lectores todas las historias, aventuras y secretos sobre nuestro país que aprendió en su larga trayectoria periodística. Esta sección, llamada Apóstrofes, nos llevará a conocer historias nunca antes contadas al público, a revivir esas aventuras plasmadas en los documentales que todos recordamos, entre otros.

Cuando Alan García Pérez llegó a la presidencia en el año 1985, estaba tan orgulloso, tan lleno de ideas, tan eufórico, que quiso cambiar la economía, cambiar la historia, cambiar la sociedad y también cambiar de sitio a la capital del Perú.

El joven presidente de 35 años pensaba que Lima, a diferencia de la mayoría de las capitales sudamericanas que están en los Andes, fue fundada como “una capital de fuga”, un sitio estratégico a las orillas del Pacífico para abordar las carabelas y escapar rápido en caso de que una sublevación indígena pudiera desbordar las fuerzas españolas.

A poco tiempo de comenzar su gobierno, García escribió una especie de carta dirigida a sus amigos donde exponía las razones por las que la capital debería refundarse en la sierra y puntualmente en las alturas de  Concepción en el departamento de  Junín a 3,283 metros sobre el nivel del mar. “La historia ha demostrado- decía García – que el que domina la sierra domina al Perú”. Y ponía como ejemplo la Campaña de la Breña y la estrategia militar de Sendero Luminoso. 

Plaza de Armas de Lima, 1980.

Y parece que lo decía en serio porque de una simple propuesta pasó a ser un tema de discusión en las redacciones. En aquel entonces, Panorama era el programa político más importante de Panamericana Televisión, con una alta audiencia dominical y buen prestigio. Lo dirigía Carlos Guillén Bringas, que más tarde se convertiría en secretario de Prensa de Alan García. 

La reunión del equipo de reporteros para proponer temas para la semana era los martes en las mañanas, y fue precisamente uno de esos martes que Héctor Delgado Parker, dueño del canal y para más datos asesor presidencial con rango de ministro se apareció sorpresivamente en la sala de reuniones.

“Señores ¿qué les parece la idea del presidente?” – preguntó directo y sin rodeos. Las respuestas de casi todos los periodistas fueron respetuosas pero definitivas: llevar la capital a la sierra y a más de tres mil metros era no solo un despropósito sino una locura. Héctor, que era conocido por su buen talante y amabilidad no se dejó amilanar y pidió hacer un reportaje en el programa por lo menos “para darle una oportunidad a la idea”.

Palacio de Gobierno, 1980.

Ese jueves temprano en la mañana cuando llegamos al Grupo Aéreo N°3 de la FAP con el camarógrafo Lucho Loayza la tripulación del helicóptero ya estaba preparando el plan de vuelo. Había buen tiempo para un vuelo Lima- Jauja que en el Bell 212 se podía hacer en unos cincuenta minutos. Héctor llegó acompañado del decano del Colegio de Arquitectos del Perú que llevaba unos planos enrollados bajo el brazo.

El helicóptero se elevó y siguiendo el curso del río Rímac comenzó a subir con rumbo a Ticlio para pasar la cordillera. En la cabina de pasajeros se animaba la conversación entre Héctor y el arquitecto que había extendido una carta geográfica mostrando los alrededores de Concepción. Calculo que faltando unos 15 minutos para llegar a Jauja, comenzaron los problemas.

El cielo se oscureció repentinamente y comenzó una fuerte lluvia que azotaba las ventanas del helicóptero. No se veía absolutamente nada hacia afuera, excepto nubes oscuras. Lucho Loayza me miró alarmado y de inmediato encendió la cámara, el arquitecto enrolló sus planos y Héctor parecía dudar entre sujetarse al asiento o entrar a la cabina a preguntar a los pilotos.

Concepción, Junín.

El Bell 212 se sacudía en medio de la tormenta en un vuelo a ciegas que en cualquier momento podía terminar contra un cerro. “Dígales que bajen, en cualquier sitio pero que bajen” ­- alcancé a decirle a Héctor cuando se dirigió a la cabina. Por la puerta abierta pudimos ver el parabrisas castigado por la lluvia y a los pilotos volando por instrumentos, mudos, mientras buscaban un claro para descender.

Al salir de las nubes estábamos a veinte metros sobre la laguna de Paca, arreciaba la tormenta, pero los pilotos hallaron un descampado donde posar el helicóptero. Ni bien se abrió la puerta corrimos todos en medio de la lluvia a refugiarnos en una casita solitaria.  Con la ropa chorreando agua, pálidos y asustados, civiles y militares nos miramos en silencio. Héctor pasó la vista por el pequeño grupo de sobrevivientes y con voz un poco enronquecida dijo: “Señores, la capital es Lima”.

Allí acabó la historia de la nueva capital. Al día siguiente, dos camionetas con placa oficial nos regresaron a Lima rodando por tierra firme. En Panorama prefirieron no hablar más del asunto, pero hasta hoy me pregunto qué hubiera pasado si un buen clima nos hubiera permitido hacer el reportaje, mover más el tema y quien sabe un día tener una Brasilia en los Andes.

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